El germen de mis viajes en moto

 Yo nunca había tenido moto, en casa siempre me dijeron que eran muy peligrosas y yo me lo creí sin cuestionarme nada, como tantas cosas cuando eres joven.

29 años, nunca es tarde para empezar a viajar en moto - Mirador del Portichuelo de Cástaras - Granada


Fue una casualidad del destino que me llamaran para trabajar en pleno centro de la capital, y por ello tuve que buscar un medio de transporte que me permitiera llegar rápido, hacerlo de manera económica para mi primer sueldo y poder aparcar cerca. Y entonces, en 2008 me enamoré de una china, una moto, se entiende. Así que sin haberme subido nunca a una, leí como funcionaba el cambio de marchas, me fui al concesionario, me subí y circulé hasta la casa de mis padres a donde llegué con una sonrisa de oreja a oreja, enseguida entendí que aquello me iba a fascinar.


La Daelim Daystar 125. Eras del Aldeire - Capileira (Granada)

Era una moto custom, de malote de toda la vida, de las que te paran en los semáforos para preguntarte cuánto cuesta o cuanto corre. Hice varias salidas, conocí gente motera, compartimos muchos ratos. No corría mucho, tenía 12CV y pesaba una barbaridad, pero a mi me pareció suficiente para ir donde quisiera. 


La Calahorra y su impresionante castillo de estilo renacentista con interior de mármol de Carrara. Hogar de Rodrigo Díaz de Vivar, I Conde del Cid y I Marqués del Zenete.


Y así fue, después de varios paseos me planteé el reto de darle la vuelta al Parque Nacional de Sierra Nevada, me preparé una bolsa con mis cosas, un mapa, reservé un hostal y allí que salí por la mañana temprano dirección a la comarca del Zenete. Cuando llevaba unos kilómetros me di cuenta de lo que podía hacer con esa moto, ya había hecho viajes largos en bici con alforjas, pero ahí las piernas tienen un límite, en esta moto la sensación de libertad era inimaginable, tenía un depósito lleno y podía ir donde quisiera, el límite ahora lo marcaban las horas de luz.


14 Kilómetros de subida nos dejan en la puerta de entrada a la Alpujarra granadina

Pronto llegué a La Calahorra, donde comienza el puerto de la Ragua, puerta oriental de entrada a la Alpujarra granadina. Y allí subí poco a poco, al ritmo que me dejaba ese pequeño motor, con frío en todo el cuerpo, pero disfrutando de cada curva y cada vista. Ya no había vuelta atrás, aquello me estaba encantando.


En la Alpujarra oriental todavía se pueden encontrar antiguos oficios como el de arriero

Una vez coronado el puerto un descenso de 15 Km nos adentra en la Alpujarra más oriental, la más desconocida y solitaria, y de la que aquellos viajeros románticos como Pedro Antonio de Alarcón ("La Alpujarra, viajes y costumbres") o Gerald Brenan ("Al Sur de Granada"), quedaron enamorados y escribieron mucho y bien.


Circular por las reviradas carreteras de la Alpujarra de pueblo en pueblo, en moto, escuchando el sonido del motor es una experiencia que no tiene precio.

Aquí todavía se conservan muchas costumbres y estilo de vida de principios del siglo pasado. Parece que el tiempo se ha detenido en estas montañas. Mientras piensas en ello la carretera va fluyendo de barranco en barranco con la cordillera nevada a la derecha y el mar Mediterráneo a la izquierda mientras el sol del sur te va inundando de un calor agradable. Y así pasamos por pueblos como Laroles, Yegen, Mecina Bombarón, Bérchules, Juviles o Trevelez.

Una vez se abandona el barranco de Trevelez el paisaje se abre y a través de pueblos como Pórtugos con su río de aguas ferruginosas o los pequeños pueblos de La Tahá, antigua división administrativa árabe cuyo centro de poder estaba en Pitres, nos dirigimos a los pueblos del barranco del Río Poqueira, Pampaneira, Bubión y Capileira, mi pueblo y donde me crié cuando era niño durante muchos veranos, bajo el Pico del Veleta. Allí siempre aprovecho para comer su espectacular gastronomía, y con mi moto aparcada enfrente ya entendí que este no iba a ser el último viaje.


El barranco del Poqueira, con Bubión, Capileira y el Pico Veleta (3392 m.) al fondo.


Desde Capileira se acomete el descenso por una revirada carretera pasando por Soportújar, Cañar y Órgiva. Hasta llegar a Lanjarón, bonito pueblo termal con varios manantiales que es la puerta de salida occidental de esta comarca alpujarreña. Un trago en una de sus fuentes para refrescarme y ya enfilando el Valle de Lecrín (en árabe Valle de la Alegría) camino de Granada.


Una parada a refrescarse en una de las muchas fuentes de Lanjarón con su agua fresca


Desgraciadamente por causas de la vida tuve que deshacerme de esta moto, trabajos en otros lugares, pisos pequeños sin sitio para guardarla, falta de tiempo,... Pero en la vida todo vuelve, y ahora después de muchos años sin moto, he vuelto a poder disfrutar de esa pasión, y tras sacarme ya el carnet A definitivo, tengo una moto viajera, tiempo y muchos planes apuntados en una libreta que espero ir materializando y compartiendo en este blog.

Pero vale ya de historia y filosofía de viajes, en el siguiente artículo ya hablaré de viajes, en concreto uno que me dejo fascinado porque no me esperaba lo que me encontré, la provincia de Alicante y sus valles interiores. Espero que esteis ahí para leerlo, nos vemos.

Comentarios

  1. La ponzoña lo llamo yo.
    😎

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  2. Muy buena idea, te seguiremos. Pablopj

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    1. Gracias Pablo, en las siguientes entradas ya entraremos en materia con algunos viajes muy interesantes. ;-)

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  3. Yo recuerdo ir a por ti en coche en un viaje en bici que se tranformó en un puro ventisquero de nieve y frío. De la bici a la moto...la libertad escogida entre dos ruedas! Seguiré de cerca este blog, me encanta la idea!

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    1. Ya se que si un día me quedo tirado vas a venir a rescatarme. Me alegro que te haya gustado, voy a poner cosas muy sorprendentes. ;-)

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  4. Qué te dijo tú mujer cuando le dijiste que te habías enamorado de una china ?, jaja
    Muy buena historia. De aquí ya no queda nada para sacar un libro
    SHAKTALE77

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    1. Pues aunque no le hizo mucha gracia, me dijo que adelante, que disfrutara con ella... XD

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